Domenico Bernini, hijo del gran artista Gian Lorenzo Bernini, cuenta en la «Vita del cavalier Gian Lorenzo Bernino» que su padre, admiraba y estudiaba con gran atención la estatua del Pasquino, considerándola una de las mejores esculturas de Roma.
En este fragmento del libro cuenta como anécdota que, un noble florentino, le preguntó en una ocasión a Gian Lorenzo Bernini, cuál fuera la estatua más apreciada por él en Roma: Bernini, respondió que el Pasquino. El florentino enfureció creyendo que Bernini se estaba burlando de él, y «poco faltó para que no acabaran en una pelea».
La estatua del Pasquino, antes de estar enterrada en la piazza que lleva su nombre y mucho antes de usarse como estatua parlante, se cree que era una estatua romana que formaba parte de la decoración del Estadio de Domiziano y, según este testimonio, estudiada y admirada por grandes escultores como Bernini.